La mujer habitada, primera novela de la autora nicaragüense Gioconda Belli,
nos ofrece un texto histórico-político con un fuerte compromiso
personal. La historia se desarrolla en un lugar imaginario, Faguas, que por sus características geográficas, arquitectónicas y
sociales bien podría ser Managua o cualquier otra ciudad de
una Hispanoamérica igualada en sus orígenes y en una historia de más de
500 años en común. Es el relato de una lucha que no cesa, que sólo se recicla o
cambia de formas y vestimentas según los tiempos. En esta historia, siguiendo la estética del realismo mágico al que Belli aporta su propia sensibilidad marcada por un intenso espíritu poético y simbólico, encontramos la historia de dos mujeres, Lavinia e Itzá, cuyos destinos y vidas están fuertemente vinculadas a pesar de los quinientos años que separa su existencia. Itzá inspirará y acompañará a Lavinia en su lucha personal y social desde el mundo mítico-mágico precolombino que ella simboliza y representa. Será el espíritu que habita a Lavinia, de ahí el título, La mujer habitada.
Lavinia, una joven arquitecta perteneciente a una familia de
clase alta y costumbres conservadoras, necesita tomar distancia de sus
padres, en busca de definir su identidad y concretar en un estilo de
vida independiente su condición de "feminista". Formada en Francia, a su
regreso inicia su carrera
con las expectativas comunes a su condición y edad. El lector es testigo
de un proceso de lenta transformación del personaje, quien, sin perder
su postura feminista, comienza a tomar contacto con el mundo que la
rodea, a ver lo que antes miraba sin ver. La búsqueda de un ser propio, de su propia identidad de mujer independiente, desembocará en la búsqueda de
un ser entre y con los demás. Hay un universo
desconocido en las cosas que creía conocer, existe otra mirada posible.
Asiste a sus contradicciones, a su desconcierto, y a un progresivo
desdibujarse de su imagen a cada paso que da en el mundo de lo real. De
la tensión fantasía-realidad, resulta dolor, impotencia, miedo, y una
suerte de rabia contenida que la confrontan a diario con la toma de
decisiones éticas y morales en su camino de maduración y compromiso con el entorno social en la que está inmersa. Lavinia
no sólo advierte lo descarnado e injusto de las condiciones reales de la
existencia, sino que también entiende la necesidad de intervenir, de convertirse
en sujeto activo del cambio. El texto posee una intensidad descriptiva que le otorga un carácter de
fuerte realismo, a tal punto que es posible reconocer acontecimientos
históricos relacionados con las luchas populares y movimientos de
liberación en la Nicaragua de Somoza. De hecho, la referencia al Movimiento Nacional de Liberación al que la propia autora perteneció es explícita.
Coexiste con este crudo realismo
una profunda obra poética, que Belli coloca en el territorio de Itzá, escenario de lo mágico, de lo ancestral, de lo arcaico que conforma su
esencia y la del colectivo popular. No se coloca al
pasado en la posición de lo ya acontecido y superado, no es una mirada
retrospectiva a la que aspira, sino a darle al ayer una
condición de presente, de actualidad y hasta de urgencia. Esta alegoría a
una "memoria histórica" hace de la lucha de Lavinia el futuro de otras
posibles batallas, rescatando cada "herida" como un paso hacia un
objetivo final y superador. Itzá (Gota de Rocío) perteneciente a la
última generación de resistencia indígena contra la conquista española,
encarna aquella lucha inaugural, que no cesa. Como un río que ha
permanecido sosegado cinco siglos, despierta hecha fruto en un naranjo
crecido en el jardín de Lavinia. Acompaña, inspira, critica y se
lamenta por cada gesto, cada acción de esa "otra mujer" del hoy, la que
se convierte en un espejo en el que Itzá puede evocar sus combates y los
de su pueblo. Este costado "mágico" de la obra
muestra la fina poesía de Belli, tan rica en matices como la geografía
que sirve de escenario a su obra: exuberante, dulce y cargada de
riquísimas leyendas y simbolismos.
La mujer habitada da cuenta de un
feminismo que no renuncia a la sustancia del ser mujer: el amor, la
maternidad y una posición de gran respeto por la vida son expuestos como
valores relevantes. La novela muestra una continua dialéctica entre la
necesidad de cambio, la revolución y la del ejercicio de la lucha
revolucionaria, como si entre ambos se abriera una brecha, que sólo se
puede superar con sufrimiento y dolor. Subyace en cada incertidumbre
ética, la idea de que la libertad solo se alcanza a través de la
acción, es ésta la que nos constituye en seres humanos y no en meros
espectadores de una realidad que como un sino trágico e inevitable, nos
resignamos a aceptar. La mujer de Belli está preñada de un futuro
mejor, como lo estuvo Itzá, futuro quimérico si no se modifican
radicalmente las condiciones de vida de los pueblos. De no modificarse, sólo
la violencia volverá a ejercer su rol de partera de la historia.
La lectura de este libro, teniendo en cuenta que somos un grupo formado por mujeres, nos ha llevado principalmente a plantearnos nuestro papel como mujeres en la sociedad y el camino que hasta ahora hemos recorrido. Hemos coincidido con Lavinia en descubrir en nosotras mismas contradicciones, queriendo ser mujeres libres y liberadas seguimos siendo Penélopes. Además, hemos reflexionando sobre el derrotero que la lucha femenina está tomando en estos momentos y parece que coincidimos, alarmadas, en ver que hoy en día en vez de avanzar estamos retrocediendo: proyecto de ley del aborto, la constatación de que el grupo de mujeres jóvenes maltratadas aumenta en vez de disminuir... Esto nos ha llevado a reflexionar sobre la educación que la sociedad y las mujeres en particular damos a nuestros jóvenes, a nuestros hijos. En menor medida, la novela nos ha dado pie a reflexionar sobre la violencia y explotación que la conquista de América supuso, frente a la versión oficial de los libros de Historia, y la explotación que hoy en día siguen sufriendo muchos de esos países que en un momento de su Historia fueron colonias y fueron, por tanto, obligados a "occidentalizarse" y a servir al bienestar de Occidente.